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Viernes 05 de Septiembre, 2014

Entrevista al Padre Juan Bagá “Estoy contento de ser sacerdote”.

 


Afable, alegre, hombre de una memoria alucinante y con un genuino sentido del humor que hace cordial su conversación. Así se aprecia al Padre Juan Bagá Ballús, sacerdote español con 56 años de servicio eclesial en Chile y parte de la comunidad de la Parroquia Inmaculada Concepción de Vitacura.

En la tranquilidad de su departamento en Providencia, el Padre Juan comparte lo que ha sido su vida, su vocación y su amor a Jesucristo. A sus 84 años de edad se siente contento por la vida que Dios le ha regalado, por el cariño de la comunidad, de los sacerdotes y de la gente que a menudo se le acerca para agradecerle por su ayuda y consejo. "Me siento muy contento del sacerdocio. Sin haber sido padre soy papá de tanta gente que me ha pedido orientación. Hay gente que te dice, no sabe cuánto usted influyó en mí ... Ese es un consuelo muy grande", expresa.

La vocación al sacerdocio la descubrió ayudando a las persona en España. Siendo todavía niño, acompañaba al sacerdote de su pueblo a ver a los enfermos y a la catequesis en los colegios. "Entré al seminario a los 14 años porque me gustaba esa vida de servicio", recuerda. Por influencia de su padre ingresó a la Universidad Comillas, de los jesuitas, para estudiar teología "mi papá me decía, si hay que hacer algo hay que hacerlo bien y quiso que estudiara en la universidad para ser un sacerdote más competente", cuenta.

"Me ordené sacerdote para la iglesia no sacerdote para mi diócesis", dice el Padre Juan en clara alusión a su disposición a servir allí donde se requiriera más. Así fue como aceptó sin reparo venir a Chile. "En América Latina había un sacerdote para cada 7 mil personas esto no podía ser. Me he hecho sacerdote para los demás no para mí, me debo a los otros y por eso me ofrecí a ir a misiones donde fuera más necesario y en Latinoamérica habían muchos cristianos y pocos sacerdotes".

Llegó a Chile a los 28 años de edad. Lo destinaron a nuestro país por 5 años que se transformaron en 56 y se siente feliz de lo que ha podido ser y hacer.

Su primera misión en Chile fue ser asesor de la Juventud Obrera Católica (JOC) acompañando a los jóvenes en su revisión de vida bajo la mirada de Jesús. Allí además tuvo la experiencia de incursionar en su primera "aventura librera", para revivir la librería de la JOC, importando material de España para poner a disposición de la juventud. Su especial preocupación por el mundo de los libros llegó a oídos del entonces Cardenal Raúl Silva Henríquez a quien le habían encargado una campaña de biblias para América Latina y lo mandó a España a gestionar la llegada de la versión en castellano de las biblias de Nácar - Colunga, misión que logró con gran éxito. Para llevar a cabo esta tarea se subió a más de 40 aviones en 60 días, visitando conferencias episcopales en distintos países, pero el esfuerzo valió la pena porque se llegaron a distribuir 250 mil nuevos testamentos y 45 mil Biblias.

Años más tarde el mismo Cardenal Silva le encargó la tarea de hacerse cargo de más proyectos libreros, como la editorial Zig-Zag y posteriormente la Librería Manantial de la que se convirtió en dueño.

"He procurado decir que sí a lo que se me pide" explica el Padre Juan recordando tantas de sus facetas como sacerdote, educador, empresario, lector y viajero. "Mi sacerdocio nunca ha sido del más normal, lo normal es dedicarse a la parroquia, a celebrar bautizos, sacramentos. Siempre me he considerado un servidor del obispo y creo que las cosas que he hecho han sido respondiendo a encargos que me han hecho desde arriba". Uno de esos encargos fue co-fundar el DUOC y ocupar altos cargos en medios de comunicación.

Estuvo en la Radio Chilena, fue profesor de la Escuela de Periodismo de la Universidad Católica y director en revista Pastoral Popular y en el antiguo departamento de opinión pública del Arzobispado de Santiago.

 

¿Por qué le atraen las comunicaciones?
No hay duda que el mundo en que estamos es esencialmente comunicativo. Si las redes sociales, aparentemente invisibles, conectan a miles de personas es porque toda la gente se está comunicando sobre lo que hace o quiere. Si uno tiene algo importante que decir como lo es Jesucristo y puedo ayudarme de medios que se hacen eco de ello resulta muy importante.

 

 

¿Cómo ve hoy día la relación iglesia y comunicación?
Creo que no estamos en el mejor momento. Se dejó perder Radio Chilena y Canal 13 tampoco está. Ahora tenemos la revista Encuentro y antes tuvimos el semanario La Voz donde comenzaron grandes periodistas como Abraham Santibáñez, esa fue una verdadera escuela de periodismo. Los sacerdotes que se han dedicado a los medios de comunicación son libres pensadores, si quieren romper fronteras, pero a veces a la jerarquía no le gusta mucho ese papel de pionero. La radio y la televisión no son para rezar rosarios, pueden hacerlo, pero van a terminar en un ghetto muy pequeño. El mundo del periodismo es un mundo aparentemente superficial, no le gusta defender por consigna porque se siente muy libre y en la iglesia no ha sido lo más normal la libertad, se necesita bastante sentido de jugarse.

 

Pese a que nunca ha sido párroco el Padre Juan siempre ha vivido con grupos de sacerdotes, "nunca he estado viviendo solo, aislado, con una vida sacerdotal desconectada del clero diocesano", explica.

 

¿Cómo se vinculó con la parroquia Inmaculada Concepción de Vitacura?
En tiempos de mi labor en con la Juventud Obrera Católica sentí la necesidad de contar con una comunidad constituida porque nuestro apostolado en la JOC era muy de base, de poco consuelo espiritual y la parroquia Inmaculada Concepción y los padres holandeses que estaban en esos tiempos era muy abiertos y acogedores y les pedí poder vivir ahí, eso fue hace unos 32 años. Me siento acogido por la comunidad, los sacerdotes son verdaderamente compañeros, te sientes muy querido y el ambiente de trabajo es muy agradable.

 

 


Una vida de libros, oración y comunidad

Los días del Padre Juan transcurren entre distintos momentos. Tiene a su cargo las misa de las ocho de la mañana en la parroquia, luego se dirige a su departamento donde pasa las horas leyendo y estudiando libros "morrocotudos" como dice él. "Creo que uno tiene que crecer siempre, uno es viejo cuando no crece".

También tiene sus espacios de oración en compañía de los Salmos, de ellos ha sacado una máxima de vida que comparte con mucha convicción. "Si Dios vela por mí ¿por qué preocuparme?. El Señor me quiere y es como una madre, entonces yo me dejo invadir por esos sentimientos y los creo. Yo no soy de muchas relaciones formarles sino de intentar vivir en dimensión humana lo que Jesús vivía en dimensión humana divina". Esa dimensión es la que trata de traspasar a los feligreses en su prédica la que prepara con gran dedicación. "Me parece que es un pecado que se comete por parte de sacerdotes que con demasiada frivolidad preparan la predicación, con poco tiempo, poco estudio y oración, sin tener en cuenta que la predicación es la fuente principal de formación para la feligresía".

 

¿Cuál es el corazón de sus prédicas?
Lo principal es el acercamiento personal al Señor, yo hablo más de Jesús que de la iglesia porque el nombre iglesia ha sido en general bastante absorbido por la jerarquía y los sacerdotes. Cuando se habla de la iglesia la gente entiende que hablan los obispos, las personas no se sienten iglesia, por esto, cuando hay escándalos o malos ejemplos yo digo siempre, el día que Cristo te haga una déjalo todo. Que no sea yo el modelo que tienes que seguir, el modelo a seguir es Jesucristo y mientras yo sea un instrumento que te quiere acercar a Cristo créeme, pero el día que trate de acercarte a mí o a alguna cosa fuera de Jesús, abandóname. Cristo es el centro por lo tanto es la puerta de la salvación y la iglesia lo es mientras sea el grupo de los seguidores de Cristo. A la gente le cuesta ver la santidad en su propia vida, hay hipocresía de gente que le exige mucho a la iglesia y su propia vida es bien desastrosa. El mal está metido en todos y hay que saber distinguir entre el bien y el mal y saber cuando un sacerdote diga perdónenme, no me sigan en esto. Puede haber pecadores pero el pecador sacerdote no está orgulloso de lo que ha hecho mal, se tiene que arrepentir igual.

 

 

En ese sentido ¿Cuál es la situación de Chile?
Masivamente estamos parecidos a Europa donde hay una descristianización acelerada, pero hay grupos que están muy en la línea del encuentro con el Señor. Siempre que hay grandes abandonos de iglesia hay otros que profundizan mucho más y se preguntan por qué pasa lo que pasa. Estamos en un mundo individualista y ese no es el mundo que es fomento de espiritualidad pero vivimos con la confianza de que a Dios hasta ahora no lo ha derrotado nadie.

 

 

¿Qué mensaje le gustaría dar a la comunidad?
Les diría que es importante tener siempre una columna donde aferrarse y que esa columna es el Señor. En el mundo pueden haber muchas situaciones que prometen dar cierta seguridad pero la seguridad que te da Jesucristo no la vas a tener en otro lado. Confíen en él, sean amigos de Jesús y para eso hay que ser amigos de los pobres, no hay otro camino.

 

 

Hace tan solo semanas que cumplió 60 años de sacerdocio ¿Cómo se siente?
Estoy contento de lo que he hecho. Estoy contento de haber sido sacerdote, volvería a ser sacerdote. 

 




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