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Jesús no abandona
La comunión espiritual consiste en decirle a Jesucristo cuánto deseamos recibirle en nuestro corazón. A diferencia de la comunión sacramental, es un acto del deseo, pero que contribuye eficazmente a avivar en nosotros la sed de Dios y nos dispone a recibirlo.
Jesús sabía muy bien que nuestro caminar sería arduo y difícil, que encontraríamos retos superiores a nuestras fuerzas y que en este camino por el desierto de la vida necesitaríamos un amor fiel, que nos diera la fortaleza para subir hasta la cumbre y la seguridad de que estaría siempre a nuestro lado. Por eso se quedó con nosotros en la Eucaristía.
¿Qué necesitas para hacer una comunión espiritual en esta cuarentena?
Una comunión espiritual es una práctica de devoción eucarística sumamente sencilla que se puede hacer en cualquier lugar y circunstancia. No se requiere nada exterior, bastan las disposiciones internas que explicaremos a continuación.
El primer interesado en nuestra unión con Dios es Dios mismo. Jesús dijo a sus discípulos: He deseado ardientemente comer esta pascua con ustedes antes de padecer, (Lc 22, 15). Y para saciar su ardiente deseo de estar con nosotros, el Señor se quedó en la Eucaristía. Este regalo de Jesús es el don de sí mismo; Jesús se nos da como alimento espiritual y al recibirle con fe y amor, transforma nuestra manera de pensar, de sentir y de actuar con la suya.
Lo mejor sería recibirle todos los días en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía, pero cuando esto no sea posible podemos hacer comuniones espirituales recordando el mandato de Jesús de permanecer en su amor, sabiendo que Él es la Vid y nosotros los sarmientos.
Una comunión espiritual responde al deseo de recibirlo, sentir esa sed que sólo puede aplacar la presencia del Señor. Mi corazón te dice: Yo busco tu rostro, Señor, no me ocultes tu rostro (Sal 27). Hay que reconocernos necesitados de Dios, de su luz y de su consuelo. Sabemos que si Él no nos muestra su rostro, nuestra búsqueda será vana; pero sabemos también que es Él quien inspira en nosotros este deseo, quien nos enseña a buscarle y quien anhela ardientemente entrar en el jardín de nuestro corazón y llenarlo de vida.
El amor es una fuerza unitiva que lleva al amado a estar y gozar con la persona amada. Así es como en cada comunión espiritual le decimos a Jesús que deseamos estar con Él, que lo amamos, que le necesitamos y que confiamos en Él.
El silencio y el recogimiento interior son disposiciones indispensables para este ejercicio, pues se trata de entrar en la ermita interior que llevamos dentro del corazón para abrazar a Jesús con fuerza y permanecer con Él adorándole en fe y amor.
Fuente: Catholic.net
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