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Conozcamos a Luis Herrera
Poco antes de comenzar con la crisis de COVID19, un nuevo diácono fue transferido a nuestra parroquia, su nombre es Luis Herrera, de origen venezolano, quien nos cuenta en entrevista sobre su vida, su vocación diaconal y su experiencia durante la pandemia sirviendo a nuestra parroquia.
"Hace 20 años comenzó para mi familia una nueva historia cargada de emociones, de incertidumbre y mucha esperanza. Partimos, cuando se comenzaban a vislumbrar las nubes que anuncian tempestad, de una Venezuela que ya no es la misma. Selene, mi querida esposa nacida en Perú y nuestros 4 hijos, han sido la inspiración en esta aventura que nos tiene hoy en Chile, felizmente amparados", nos comentó.
Su disernimiento vocacional para ser diácono, estuvo lleno de aventuras espirituales que lo hicieron tomar la decisión tras un camino recorrido con el apoyo de su familia, principalmente su esposa Selene, nos cuenta al respecto:
"He recibido siempre el apoyo de mi familia, que entiende bien y respeta mi vocación, gozando de especiales momentos llenos de unción y alegría. Selene es un motorcito amoroso que siempre está pendiente de integrar la vocación de padre y esposo con la del servidor de la Iglesia.
Al principio nos establecimos en Bogotá, iniciando un emprendimiento que fracasó rotundamente. Pasamos de un período muy exitoso vivido en nuestra patria a confirmar que verdaderamente todo lo que sucede es para nuestro beneficio como aprendemos del Apóstol. En ese momento crucial coincidí providencialmente con Mons. Joao Cla Días, fundador de los Heraldos del Evangelio, quien me enseñó que a la Luz se va por la Cruz, que ella es una fiel compañera que debemos saber abrazar con cariño y que la condición para ser inmensamente feliz no es otra que amar a Dios, quien primero nos amó. Podría asegurar que allí nació la vocación al diaconado. Ya en Chile el P. Carlos Irarrázaval -en ese momento párroco de Nuestra Señora del Rosario- me invitó al proceso de discernimiento y ha sido un guía fundamental en este camino y un consuelo para mi familia que siempre encuentra en él su apoyo, siempre bien dispuesto, a lo huaso".
Cuándo se le preguntó cómo había llegado a servir a nuestra parroquia y cuál ha sido su experiencia más enriquecedora, Luis nos dijo:
"Serví toda mi experiencia vocacional y dos años ordenado en Nuestra Señora del Rosario. Luego estuve un año en Jesús Nazareno de Providencia. Inicié mi servicio en la Inmaculada Concepción justo cuando se desató el coronavirus… espero que no sea paradigmático. En el P. Javier, nuestro párroco, mi hermano Sergio diácono y con la Nené, hemos sentido un apoyo sustancial, honesto y de verdadera amistad, lo que da un sentido profundo al ejercicio del ministerio.
En este tiempo he podido vivir la experiencia de mi vocación de una forma inesperada. El COVID 19 es cierto que nos ha cambiado la vida. Nos ha hecho gozar como hacía mucho tiempo la unidad de la familia, compartir en las comidas, conversar de lo divino y de lo profano, verse a los ojos con más frecuencia, sin la agitación propia de nuestros días.
Esta situación nos ha hecho comprender que mucho más importante es encontrarse con el Señor de la Vida, Aquel que tiene la cura para la muerte, el Verdadero Pan de Vida. Por eso clamamos ahora en medio del confinamiento: Señor danos siempre de ese Pan, aumentando el deseo del momento en que podamos todos juntos darnos la paz.
También ha sido un tiempo para valorar las maravillas de la Iglesia, la grandeza de los sacramentos, el auxilio de la gracia, la necesidad de la oración. Y al mismo tiempo de sufrir con y por la Iglesia nuestra Madre. Y así, llenarnos de fuerza y ánimo para defenderla y quererla, recordando a Santa Catalina de Siena, lo que ella decía al Santo Padre en un momento crítico en la Historia de la Iglesia: ¡Ánimo, virilmente, Padre! Que yo le digo que no hay que temblar".
Agradecemos a Luis por su hermoso testimonio de vida y vocación y le damos la bienvenida a nuestra comunidad.
Av Vitacura 3729, Vitacura, Región Metropolitana
Teléfono: 22 208 1730
E-mail: secretariapinmaculada@iglesia.cl