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Viernes 26 de Junio, 2020

Hacemos un homenaje a Mario Cáceres, quien ha partido junto al Señor

 


Sacristán con una gran calidad humana

Sirvió por más de 40 años en nuestra parroquia. Fue llamado a la casa del Padre el pasado jueves 18 de junio.

Filomena su esposa, nos comentó en entrevista:

“Alcanzamos a cumplir 49 años de matrimonio, Mario estaba muy esperanzado en poder celebrar los 50 años el próximo año, pero no pudo cumplir ese sueño.

Vivimos 38 años en la parroquia y tenemos 3 hijos, Mario, Paola y Marcelo, además de 6 nietos.

Estoy muy agradecida con la parroquia, le tengo mucho cariño a tantas personas que siempre estuvieron ayudando y consultando cómo estábamos, tengo muy buenos recuerdos de la comunidad, especialmente de la Pastoral de Trabajadoras de Casa Particular, quienes nos visitaban y acompañaban.

Mario alcanzó a tener la celebración de sus 75 años en febrero, mucha gente lo acompañó y logramos como familia sentir el cariño.

Gracias de todo corazón a la Parroquia Inmaculada Concepción de Vitacura por todo el cariño demostrado hacia nosotros siempre”.

Hoy deseamos rendirle un homenaje contando un poco sobre él.

“Hombre servicial, humilde y bien plantado, de carácter, de gran dignidad, sencillo, generoso casi en demasía, acogedor y muy bueno”, fueron algunos de los adjetivos que fueron mencionados cuando se celebró la Misa con la que se le despidió hace algunos años atrás en nuestra parroquia, por su tiempo de servicio.

Haber mencionado todas esas cosas a una persona en vida, fue un privilegio para nosotros como comunidad. Hoy estamos contentos porque sabemos que goza de la alegría eterna y porque pudimos decirle todo esto a tiempo.

Mario fue el tercer hijo de una numerosa familia: 12 hermanos, todos vivos.

Nacen en Toquihua, cerca de San Vicente de Tagua Tagua. Su madre muere cuando Mario era aún un niño. Una abuela lo crió. Conoció  en el campo un matrimonio que tenía en Santiago la llamada Casa Azul, en las cercanías de los Sacramentinos, en la Plaza Almagro. Le ofrecieron trabajo en un taller para arreglar bisturís y navajas, y lo alojaron en su casa. Aceptó y llegó a Santiago a los 18 años. Siempre le gustó ser responsable y tener algún pesito en el bolsillo. Trabajó limpiando vidrios, de ayudante de panadero en las noches y días domingo. Pero sobre todo, iba cada día a visitar al Señor en la Iglesia de los Sacramentinos. El Señor era su amigo.

Estudió de noche y entre el alumnado había una chiquilla empleada de casa particular quien lo invitó a una fiesta en la sede del Movimiento JOC de las empleadas. Ahí se encontró con Filomena, la que sería su esposa.

En el apostolado de las empleadas trabajó un sacerdote holandés, P. Juan de Krom. quien fue el celebrante del matrimonio de Mario y Filo en 1971, en la Parroquia de San Juan Evangelista.

Comenzó la relación con los padres  holandeses del Sagrado Corazón. El P. Andrés Tenissen, llamó a Mario para ofrecerle ser el sacristán y así llega a nuestra parroquia el 15 de Julio de 1973.

La casa de Mario fue refugio y alojamiento para muchos. Sobrinos que requerían una mejor educación en Santiago y hasta cuatro personas más que llegaron cuando en 1982 las aguas del Mapocho inhundaron las poblaciones de areneros de sus riberas, entonces Mario dijo: “En mi casa siempre hay un puesto en la mesa para Jesús. Las ollas también son, en consecuencia, elásticas”.

No es un adiós querido Mario, sino un hasta luego… descansa en paz.

 




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