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Segunda parte
Continuamos con la segunda parte del testimonio de esta médico que realizaba abortos y hoy defiende la vida con su vida misma.
Beverly McMillan encarnaba el ideal del éxito. Tenía una casa enorme, coches, varias posesiones y dinero. Pero se sentía profundamente deprimida, así que decidió acudir a una librería a comprar el libro de Norman Vincent Peale, El poder del pensamiento positivo. Leyó la lista de pasos a seguir y trató de ponerlos en práctica. Todos menos uno. El número siete en la lista afirmaba: “Hacer todas las cosas en Cristo, que me fortalece". Sin embargo, tras posponerlo todo lo que pudo, McMillan finalmente se rindió decidió poner en práctica ese punto. Y entonces sintió la presencia de Dios con ella. Comenzó a llorar y se sintió abrumada por la emoción. Ese fue el catalizador que la llevó a buscar a Dios. Al final del libro, Peale recomendaba leer la Biblia todos los días y encontrar compañerismo cristiano. Por ello, decidió comprar una Biblia y pasar más tiempo con la única amiga cristiana en la que podía pensar: Bárbara. Y así acabó yendo a la iglesia.
El trabajo del Señor
Pero Beverly McMillan todavía no era provida, aún deberían pasar dos años antes de que dejara de trabajar en la clínica de abortos. “Hubo mucho trabajo que el Señor tuvo que hacer. Lo primero de lo que el Señor comenzó a hablarme no fue el aborto, fue mi relación con mi esposo. Mi vida necesitaba una rehabilitación total", reconoce.
Si bien no se convirtió de inmediato, comenzó a sentirse cada vez más incómoda trabajando en la clínica de abortos. Lo que solía ser fácil, comenzó a volverse cada vez más difícil. Una noche, cuenta que le estaba mostrando a una empleada cómo contar las partes fetales para asegurarse de que el aborto fuera completo. Al mirar aquellos restos del bebé de 12 semanas abortado, McMillan vio el brazo y el músculo bíceps del bebé abortado sobre la mesa. “Pensé en mi hijo menor y cómo solía andar mostrando sus músculos. Esto fue un momento de Dios, un momento del Espíritu Santo”. Se dio cuenta de que aquellos restos podían ser perfectamente de su hijo. Desde ese momento no realizó ni un aborto más aunque siguió de momento actuando como directora de la clínica.
A su vez continuaba yendo a la iglesia y, al sentarse bajo la predicación de la Palabra de Dios y escuchar el Evangelio supo que necesitaba hacer una profesión pública de fe y ser bautizada, además dejar la clínica de abortos.
El problema es que ella todavía "no estaba contra el aborto" sino que "simplemente ya no podía hacer abortos".
Y entonces una cita del Génesis la tocó de tal manera que fue ahí cuando se convirtió plenamente. Era la siguiente: “Quien vertiere sangre de hombre, por otro hombre será su sangre vertida, porque a imagen de Dios hizo Él al hombre". (Gn 9, 6).
También se dio cuenta de que a pesar de que había dejado de hacer abortos, seguía recetando métodos anticonceptivos como los DIU que causan "miniabortos". Y así su historia avanzaba.
Una incansable activista a favor de la vida
Desde entonces, ella ha compartido su historia con muchas personas, educándolas sobre la vida en el útero y las realidades del aborto. Ha ayudado a bebés que se salvaron del aborto. Ha testificado en la corte a favor de proyectos de ley a favor de la vida y contra abortistas que han herido a mujeres. También ha participado en activismo en las calles asesorando a mujeres y rescatando a mujeres que acudían a abortar.
Esta médico abortista se acabó convirtiendo en un auténtico referente.
Fuentes: Religión en libertad / ACIPrensa / Red por la Vida y la Famiia
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