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Traductor de la Sagrada Escritura, por él septiembre es el mes de la Biblia
Fiesta 30 de septiembre
En Roma estudió latín bajo la dirección del más famoso profesor de su tiempo, Donato, el cual hablaba el latín a la perfección, pero era pagano. Esto llevó a Jerónimo a ser un gran latinista y conocedor del griego y de otros idiomas, pero muy poco conocedor de los libros espirituales y religiosos.
En una carta que escribió a Santa Eustoquia, le cuenta el diálogo aterrador que sostuvo en un sueño o visión. Sintió que se presentaba ante el trono de Jesucristo para ser juzgado, Nuestro Señor le preguntaba:
- "¿A qué religión perteneces?
- Él le respondió: "Soy cristiano – católico"
- Jesús le dijo: "No es verdad". Que borren su nombre de la lista de los cristianos católicos. No es cristiano sino pagano, porque sus lecturas son todas paganas. Tiene tiempo para leer a Virgilio, Cicerón y Homero, pero no encuentra tiempo para leer las Sagradas Escrituras".
Se despertó llorando, y en adelante su tiempo será siempre para leer y meditar libros sagrados. Dispuso irse al desierto a hacer penitencia por sus pecados, especialmente por su sensualidad que era muy fuerte, y por su terrible mal genio y su gran orgullo. Pero se dio cuenta de que su temperamento no era para vivir en la soledad de un desierto deshabitado, sin tratar con nadie.
Vuelto a la ciudad, el Papa San Dámaso, que era poeta y literato, lo nombró entonces como su secretario, encargado de redactar las cartas que el Pontífice enviaba, y le encomendó un oficio importantísimo: hacer la traducción de la S. Biblia.
Casi de 40 años Jerónimo fue ordenado de sacerdote. Pero sus altos cargos en Roma y la dureza con la cual corregía ciertos defectos de la alta clase social le trajeron envidias y rencores.
Sus últimos 35 años los pasó San Jerónimo en una gruta, junto a la Cueva de Belén. Allí, haciendo penitencia, dedicando muchas horas a la oración y días y semanas y años al estudio de la S. Biblia, Jerónimo fue redactando escritos llenos de sabiduría, que le dieron fama en todo el mundo.
El 30 de septiembre del año 420, cuando ya su cuerpo estaba debilitado por tantos trabajos y penitencias, entregó su alma a Dios para ir a recibir el premio de sus fatigas. Se acercaba ya a los 80 años. Más de la mitad los había dedicado a la santidad.
Fuente: ACIprensa
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