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Y comienza el Tiempo Ordinario
El calendario en la Iglesia da saltos que nos sorprenderían, si no nos damos cuenta de que no estamos siguiendo un camino biográfico en la vida de Cristo, sino momentos claves para entender, vivir y celebrar su mensaje. Por eso no nos sorprende que ocho o quince días estuviéramos celebrando el nacimiento de Cristo y ahora estemos celebrando su propio bautismo.
Cristo entró en el mundo desnudo, en el silencio de la noche, en la oscuridad, en la pobreza, en la desolación, y treinta años después, desnudo, despojado de todo, abandonándose a la voluntad de Dios, y en profunda oración comienza su vida pública, su entrega, la donación de su propia vida.
Fue un momento singular, el del bautismo de Cristo. Las primeras generaciones se preguntaban y no sabían dar la respuesta al porqué del bautismo de Jesús, dado que si no tenía pecado, no tenía por qué someterse a un bautismo, aunque fuera de penitencia, que no podía salvar, pero que propiciaba el arrepentimiento, la confesión de los pecados y la reconciliación con Dios.
Muchos autores intentaron dar una respuesta. A nosotros nos basta decir que Cristo se sometió al bautismo de Jesús Bautista no por él mismo, sino por nosotros, él como cabeza de la humanidad. (1)
(1)Catholic.net
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