Tweet |
|
Sanó a muchos, que sufrÃan diversos males.
Jesús fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de inmediato. Él se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar. Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos.
Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los enfermos y endemoniados, y la ciudad entera se reunió delante de la puerta. Jesús sanó a muchos enfermos, que sufrían de diversos males, y expulsó a muchos demonios; pero a éstos no los dejaba hablar, porque sabían quién era Él.
Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue a un lugar desierto; allí estuvo orando.
Simón salió a buscarlo con sus compañeros, y cuando lo encontraron, le dijeron: “Todos te andan buscando”.
Él les respondió: “Vayamos a otra parte, a predicar también en las poblaciones vecinas, porque para eso he salido”.
Y fue por toda la Galilea, predicando en las sinagogas de ellos y expulsando demonios.
Palabra de Dios.
A continuación, compartimos al reflexión del padre dominico Fray Carmelo Preciado del Convento de San Pablo y San Gregorio, Valladolid.
Este milagro, junto a otro que obró curando a un endemoniado en la sinagoga, hizo que al anochecer de aquel día se arremolinara, junto a la casa de Simón, gran cantidad de gente con enfermos del lugar para que los sanara, de tal manera que Jesús realizó muchas curaciones y milagros.
Jesús sabía acoger a los enfermos con afecto y despertar su confianza en Dios, perdonar su pecado, aliviar el dolor y… sanar su enfermedad. La actuación de Jesús ante el sufrimiento humano siempre será para todos nosotros el ejemplo a seguir en el trato a los enfermos, porque la enfermedad es una de las experiencias más duras del ser humano. No sólo sufre el enfermo que siente su vida amenazada, sino todos los que comparten su vida.
Desde el punto de vista más humano, Jesús podría haber aprovechado esa circunstancia para atraerse la admiración de todos, pero no era ese el modo de proceder de Jesús, de tal manera que levantándose muy de mañana se retiró de entre la muchedumbre y se fue al monte para orar a solas, hablar con Dios y oír su voz.
Con frecuencia nos hablan los evangelios de la oración de Jesús a lo largo de su vida, principalmente en los momentos más difíciles y sublimes de su existencia y cuando tuvo que tomar las decisiones más significativas e importantes.
Jesús nos presenta así el valor y la importancia de la oración de modo que tuviésemos un modelo a seguir y un modo de actuar en todo momento significativos, de tal manera que por muy agobiados que estemos no debemos dejarnos llevar por fáciles pretextos para evadirnos de la oración. Necesitamos orar, necesitamos adentrarnos en el diálogo, íntimo, personal y comunitario con Dios, la contemplación… para llevar luego todo a la acción evangélica.
Av Vitacura 3729, Vitacura, Región Metropolitana
Teléfono: 22 208 1730
E-mail: secretariapinmaculada@iglesia.cl