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Distribuyó a los que estaban sentados, dándoles todo lo que quisieron.
Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades. Lo seguía una gran multitud, al ver los signos que hacía sanando a los enfermos. Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos.
Al levantar los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a Él y dijo a Felipe: “¿Dónde compraremos pan para darles de comer?”
Él decía esto para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer.
Felipe le respondió: “Doscientos denarios no bastarían para que cada uno pudiera comer un pedazo de pan”.
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dijo: “Aquí hay un niño que tiene cinco panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta gente?”
Jesús le respondió: “Háganlos sentar”.
Había mucho pasto en ese lugar. Todos se sentaron y eran unos cinco mil hombres. Jesús tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que quisieron.
Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: “Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda nada”.
Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que sobraron de los cinco panes de cebada.
Al ver el signo que Jesús acababa de hacer, la gente decía:
“Éste es, verdaderamente, el Profeta que debe venir al mundo”.
Jesús, sabiendo que querían apoderarse de Él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la montaña.
Palabra de Dios
Meditemos el santo Evangelio con las palabras de Fray Juan Carlos Cordero de la Hera O.P. Convento de Ntra. Sra. de Atocha, Madrid.
¿Qué vemos en nuestro mundo? A poco que alcemos la mirada, podemos ver mucho sufrimiento, guerras, dolor, muertos, hambre, necesidades, refugiados… ¿Dónde está tu hermano? (Génesis) ¿Qué le pasa, qué necesita, qué puedes hacer por él? Nos tiene que importar la suerte de toda persona ¿Cómo es posible que no hagamos nada, o más bien poco, para superar esas situaciones tan graves, tan inhumanas? En un mundo que decimos tan avanzado, civilizado, desarrollado…
Los cristianos en esto deberíamos ser los primeros, los más comprometidos en dar la talla, colaborando en la misma misión de Jesús.
El mundo llamado desarrollado, las sociedades del bienestar, seguimos teniendo una gran responsabilidad y deuda con esa parte de la humanidad privada de los bienes que tantas veces derrochamos. No tenemos “perdón de Dios”, si no compartimos. Necesitamos alimentarnos para vivir, pan material y otros bienes; pero también pan espiritual.
Todas esas personas son hombres y mujeres, niños, ancianos… hermanos nuestros, hijos de Dios. Poseen la misma dignidad de personas, todos por igual. Y la respuesta de Jesús, el Maestro, no es recurrir a Dios, como habitualmente hacemos nosotros, sino precisamente a sus seguidores: “dadles vosotros de comer”.
¡Cómo hacerlo con tan poco…! Es nuestra fácil excusa. Tenemos que convencernos de partir de lo que hay, de que de lo poco, de lo pequeño, surge el milagro, la generosidad, la solidaridad… ¡milagro porque termina sobrando! Lo hemos escuchado también hoy en la primera lectura, cuando el profeta Eliseo insta a repartir panes, porque dice el Señor: “comerán y sobrará”.
Lo que tenemos se multiplica si, en primer lugar, todo lo que está a nuestro alcance lo reconocemos como dones, como regalos, y los agradecemos. El verdadero milagro acontece ahí porque el egoísmo queda vencido. Nadie acapara sus bienes. Compartir nos hace vivir en esa comunión con los demás y con Dios.
Para entender debidamente este relato, hemos de ponerlo también en relación con otros muchos textos bíblicos de comidas y con la imagen simbólica del banquete del Reino, en el que Dios Padre quiere que todos tengamos sitio.
Siguen haciendo falta gestos y milagros de solidaridad en nuestro mundo ¿Estamos dispuestos a seguir en este empeño?
¿Seremos capaces de olvidarnos de los más necesitados, de tantos excluidos, de todos los sufrientes de hoy?
Aunque sea con muy poco, con nuestro trozo de pan, pero juntos, desde la generosidad, podemos hacer mucho bien, multiplicado. Y sentirnos así miembros de la única Familia Humana, hijos de Dios, hermanos de todos y seguidores fieles del Señor Jesús.
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