Tweet |
|
El que viene a mà jamás tendrá hambre; el que cree en mà jamás tendrá sed.
Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban en el lugar donde el Señor había multiplicado los panes, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo llegaste?”
Jesús les respondió:
“Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse.
Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es Él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello”.
Ellos le preguntaron: “¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?”
Jesús les respondió: “La obra de Dios es que ustedes crean en Aquél que Él ha enviado”.
Y volvieron a preguntarle: “¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura:
"Les dio de comer el pan bajado del cielo””.
Jesús respondió:
“Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo”.
Ellos le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan”. Jesús les respondió:
“Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed”.
Palabra del Señor.
Te invitamos a meditar el Evangelio con la guia de Fray Manuel Gutiérrez Bandera, de Virgen del Camino, León.
Dios vuelve a estar cerca y se preocupa de todos nosotros dándonos el “pan” a todo el que siente “hambre”. Ese pan es Cristo Jesús, su Hijo querido: “Yo soy el pan de la vida: el que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará sed”
Estas afirmaciones están hechas por el Evangelista Juan después de realizar Jesús la multiplicación de los panes y los peces. Jesús en su discurso del “pan de vida” trata de ir llevándonos la creencia en EL antes de hablarnos del pan “eucaristía”. Por eso usa esos dos verbos “venir” y “creer”. Creer en Jesús es comer el pan que Dios nos envía para saciar nuestra hambre y nuestra sed.
Comer del “alimento que perece” es volver a la “olla de carne de Egipto”. Lo que entra por los ojos es lo que más nos atrae. Si queremos vivir felices y libres con la “libertad de los hijos de Dios” hemos de caminar hacia la verdad guiados por la fe.
Fe que hemos de descubrir en los signos sensibles que el Señor nos envía. El ciego de nacimiento recibe la luz de la fe al recibir la luz de su vista. La samaritana recibe la verdadera vida a través del agua. Para los judíos en el desierto fue el “maná” que prefiguraba a Cristo que es el “verdadero pan del cielo”.
Por eso en la segunda lectura San Pablo nos invita a que “no andemos ya como los gentiles, en la vaciedad de sus ideas”. Se nos invita a “despojarnos del hombre viejo y de su anterior modo de vida…, y revestíos de la nueva condición humana creada a imagen de Dios” Para ello se nos da a Cristo como Pan en quien “creemos”, y luego se nos da el Cuerpo y la Sangre de Cristo, Pan Eucarístico con el que nos “alimentamos”. Ambos Panes, el de la Palabra y La Eucaristía, nos dan la “vida eterna”.
Fuente: Dominicos.org
Av Vitacura 3729, Vitacura, Región Metropolitana
Teléfono: 22 208 1730
E-mail: secretariapinmaculada@iglesia.cl