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Domingo 18 de Agosto, 2024

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 6, 51-59

 


Mi carne es la verdadera comida, y mi sangre, la verdadera bebida.

Jesús dijo a los judíos:

“Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que Yo daré es mi carne para la Vida del mundo”.

Los judíos discutían entre sí, diciendo: ¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?

Jesús les respondió:

“Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y Yo lo resucitaré en el último día.

Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y Yo en él. Así como Yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente”.

Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaúm.

Palabra del Señor

 

Con esta enseñanza resonando en nuestro corazón, te invitamos a reflexionar junto a las palabras de Fray Fernando Vela López del Convento Virgen del Camino en España:

La Eucaristía mantiene viva en nosotros la memoria de esta experiencia de Jesús. Él tomó el pan y la copa, los bendijo dando gracias al Padre por todo lo que le había permitido vivir, y los repartió diciendo “Haced esto en recuerdo mío”. Me ha gustado una versión contemporánea de la Biblia, la Nueva Tradición Viviente, que lo traduce así: “Hagan esto para que se acuerden  de mí”.

¿De qué nos acordamos cuando celebramos la Eucaristía? Ciertamente, de ese gesto del Señor en la cena, pero también de su vida entera y de su misterio pascual: de sus palabras anunciando el Reino y de sus gestos comprometidos con todos, pero particularmente con “los últimos”: pobres, enfermos, pecadores, mujeres y niños, por cuya dignidad apostó.

Con sus palabras eucarísticas, Jesús nos encarga hacer, no sólo pensar o sentir. Su discurso del pan de vida apunta tanto a que le asimilemos a Él en nuestro interior como a que demos continuidad a sus compromisos de fraternidad en nuestro exterior. Es pan para que nos sintamos vivos y servidores de la vida de nuestros hermanos.

¿Qué nos aporta acordarnos en la Eucaristía de la vida de Jesús para sostener y orientar la nuestra? ¿Qué nos  enseñan, para la vida cotidiana, los gestos de sentarnos como iguales en una misma mesa, recibir y compartir el pan de la Eucaristía, y escuchar las palabras de Dios, no sólo las nuestras?




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