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Jesús entre los doctores de la Ley es hallado por sus padres.
Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre, y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta. Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de Él.
Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas.
Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo:
“Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados”.
Jesús les respondió: “¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que Yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?” Ellos no entendieron lo que les decía.
Palabra del Señor
Reflexiona este pasaje del Evangelio de San Lucas con la guía de Fray Pedro Luis González González, Convento del Santísimo Rosario, Madrid, España.
En el Evangelio vemos que incluso en la Sagrada Familia no todo va bien: hay problemas inesperados, angustia, sufrimiento. María y José pierden a Jesús cuando ya es adolescente. Lo buscan angustiados y cuando lo encuentran, su madre le dice: hijo ¿por qué nos has hecho esto? Conocemos la respuesta de Jesús, que María y José no entienden. Pero respetan la decisión del hijo que va madurando y con quien deben establecer nuevos lazos de respeto y amistad. La clásica ruptura que se repite en el seno de cada familia cuando los hijos viven las distintas etapas del desarrollo.
Los padres de Jesús necesitan tiempo para aprender a conocer a su hijo. Cada día, en la familia, hay que aprender a escucharnos y comprendernos, a caminar juntos, a afrontar los conflictos y las dificultades en común. Porque la felicidad de una familia nace de la dedicación de unos a otros, del afecto y respeto mutuos, de la armonía y de la reconciliación frecuente entre sus miembros. La alegría de una familia es plena cuando cada miembro no busca su propia alegría, sino que piensa en procurársela a los demás, porque la dedicación al bien de todos es la condición de esta felicidad que es un don de Dios.
Sin duda que la familia es un hermoso proyecto, que se va construyendo, aprendiendo cada día a ser familia. El Papa Juan Pablo II definía la familia como el santuario de la vida, esto es, “el lugar donde la vida -regalo de Dios- puede ser propiamente bienvenida y protegida contra los muchos ataques a los que está expuesta, y puede crecer con un auténtico crecimiento humano”. A lo que hacen eco las palabras del Papa Francisco: “si la familia cristiana es el santuario de la vida, el lugar donde la vida es concebida y cuidada, es una contradicción tremenda cuando se convierte en lugar donde es rechazada y destruida”. Hermosa manera de recordarnos otra tarea ineludible de la familia.
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