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Jueves 08 de Junio, 2017

Celebremos juntos el Tiempo Ordinario

 


Se contempla la misión redentora de Cristo en su plenitud y la misión de la iglesia

El Tiempo ordinario ocurre dos veces en el año litúrgico: después de la época de Navidad hasta el miércoles de ceniza y desde el día después de Pentecostés hasta las oraciones de la vigilia del primer domingo de Adviento.

El Tiempo ordinario es considerado como un tiempo menor o “no fuerte”, como si los periodos privilegiados del Adviento, Cuaresma y Pascua fuesen los únicos a tener derecho de ciudadanía en el año litúrgico. Y, sin embargo, es un tiempo importante; tan importante que, sin él, la celebración del misterio de Cristo y la progresiva asimilación de los cristianos a este misterio se verían reducidos a puros episodios aislados, en lugar de impregnar toda la existencia de las comunidades de fé. Solamente cuando se comprende que el Tiempo ordinario es un tiempo imprescindible, que desarrolla el misterio pascual de un modo progresivo y profundo, se puede decir que se sabe qué es el año litúrgico. Quedarse tan sólo con los “tiempos fuertes” significa olvidar que el año litúrgico consiste en la celebración sagrada, en el curso de un año, del entero misterio de Cristo y de la obra de la salvación.

Ahora bien, la peculiaridad del Tiempo ordinario no radica en la constitución de un verdadero periodo litúrgico, en el que los domingos guardan una relación especial entre sí en torno a un aspecto determinado del misterio de Cristo. La fuerza del Tiempo ordinario está en cada uno de los 33 o 34 domingos que lo integran. Así lo indican las Normas universales sobre el año litúrgico: “Además de los tiempos que tienen carácter propio, quedan 33 o 34 semanas en el curso del año en las cuales no se celebra algún aspecto peculiar del misterio de Cristo, sino más bien se recuerda el mismo misterio de Cristo en su plenitud, principalmente los domingos” (NUALC 43).

El Tiempo ordinario comienza el lunes que sigue al 6 de enero y se extiende hasta el martes antes del miércoles de Ceniza, para reanudarse de nuevo el lunes después del domingo de Pentecostés y terminar antes de las primeras Vísperas del domingo I de Adviento (cf. NUALC 44). En los tiempos ordinarios, la Iglesia sigue construyendo el Reino de Cristo movida por el Espíritu y alimentada por la Palabra: “El Espíritu hace de la Iglesia el cuerpo de Cristo, hoy”.

Fuente: www.fcpeace.com




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